1.30.2011

Crecer

Hay muchas formas de crecer. Madurar, pues. Ya sé, ya sé. Tengo 16 años. No se puede haber aprendido mucho, ni tampoco haber madurado o ganado mucha experiencia. Se supone que esta es la edad que más añoras cuándo eres grande. Pues si, probablemente lo sea. Es cuándo debes vivir al máximo, sin muchas preocupaciones pero muchas libertades. Claro, es cuándo se debe aprender el sentido de responsabilidad, y todo lo que eso conlleva. Cada día debemos ir aprendiendo cosas nuevas, y de los tropiezos y de los fracasos aún más. La vida suele enseñarte a hacerlo de la forma más culera posible. ¿Por qué? Porque los seres humanos se confían y se desentienden de muchas cosas cuándo todo les va más o menos bien. Cuándo en su mente tienen esa aurora de perfección instalada, que no los deja ver más allá de las cosas que hacen. Entonces de repente deben decidir que curso toma su vida, y a lo mejor no toman la más correcta, pero si la más adecuada. Digo, nunca vas a tener una vida perfecta y siempre vas a tomar decisiones difíciles. La vida así te lo exige. Obviamente estas decisiones siempre se toman con las cosas más grandes de la vida. Elegir una escuela, a tus amigos, a lo que amarás, por ejemplo. ¿Y a qué viene esto? En verdad no lo sé. Por más patético que se oiga, solo hoy me levante con ganas de escribir algo. Ya sea burdo o banal (como todo lo que escribo aquí), pero pues es mi blog. Es mi vida. Lo que la hacía menos patética ya no está. Entonces debo seguir. Porque así la vida lo exige. No estancarme en un sueño pendejo. Y madurar, aprender de todo lo que se vivió. Y qué. Igual en algún momento iba a pasar, ustedes dirán. Pues si, es inevitable. Uno no siente el grado de madurez que va llevando. Y no, sigo sin sentirlo. Pero sé que algún día aprenderé de eso. Y que me servirá. Ojalá.

Por cierto, que tengan un feliz 2011. Éxito, suerte y así.
Paz.